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 CARLOS GARDEL

CARLOS GARDEL EN MONSERRAT

CARLOS GARDEL EN MONSERRAT

Autora : Constanza Durán - Artículo del Diario Clarín

Son casi las 10 de la mañana, Berta se apura en preparar el mate. "Carlitos, mi muchachito, se está por despertar", piensa. El abre los ojos. Ella le besa la frente como lo hace todos los días, desde que es un chico. El Zorzal se levanta y va al hall, donde hace sus ejercicios matinales. En el patio lo espera Blanquito, su perro. "Juegan como muchachitos", susurra la mujer que los mira desde la cocina.

Mañanas como ésa sólo se pueden reconstruir a partir del recuerdo de unos pocos. O están plasmadas en reportajes que Berta Gardés dio tras la muerte de Carlos Gardel a revistas como El Suplemento. La casa de Jean Jaures 735 —en pleno corazón del Abasto— está ahora vacía. Desde que la madre de Gardel murió en 1943, pasaron casi 60 años y varios dueños. Al fin, la casa se recuperó y se le están dando los últimos toques para su apertura como museo.

Esos ambientes, con necesarias modificaciones, podrán recorrerse a partir del martes próximo. Recién en junio el museo estará listo para mostrar la vida de Gardel a través de algunas de sus pertenencias que prestarán coleccionistas como Bruno Cespi, Hamlet Pelusso y Angel Olivieri.

Cada habitación, cada rincón de la casa tienen su recuerdo. Solo faltan los personajes. Pero basta con detenerse en el hall para imaginar a El Zorzal bajando las escaleras de granito del patio techado para recibir a sus amigos más íntimos. Como la familia de Jose Razzano, con quien formó su primer dúo en el año 1914. Y con quienes Berta pasaba las tardes tomando el té en la sala o disfrutando cenas con largas sobremesas.

"La casa de Jean Jaures fue un sueño hecho realidad. La compró en 1926, en un viaje a París, a un amigo que vivía en Francia y que tenía varías propiedades en Buenos Aires", le dice a Clarín Chichita Razzano, hija de José y acaso la última testigo de la vida cotidiana de Berta y Carlos.

"Querida, ¡yo bailé con Gardel!", se enorgullece Chichita en su casa de Flores.

—¿Bailaba bien?

—Pero sí, querida, Gardel era perfecto.

A Gardel la casa le costó 50 mil pesos. El pagó cinco mil al contado y el resto en cuotas. Pero dicen que no se mudó enseguida. Recién en 1927 se instaló en la casa. "Esta casa fue una manera de retribuirle a su madre todo lo que ella le dio. Tenían un relación increíble: ella estaba a sus pies y él se desvivía por atenderla", recuerda Razzano.

Antes que Gardel la comprara, en 1917 esa misma casa había sido un prostíbulo, uno de los tantos que había en la zona. En 1918, la casa se transformó en una sastrería para señoras. Según los planos originales, el terreno media 7,65 metros de frente y 28,45 de largo. Era un zona bien conocida por Gardel: frecuentaba el Abasto desde 1910, donde solía juntarse con sus amigos en el café O'Rondeman, que estaba en Agüero y Humahuaca.

Tras la muerte de Berta, la heredó Armando Defino, representante de Gardel. Su viuda se la vendió a los hermanos Ramos Machado, que la transformaron en una tanguería. Al fin, la compró el empresario Eduardo Eurnekian que en 2000 la donó a la Ciudad para convertirla en museo.

En la planta baja de la casa original había un hall, una sala que daba al frente, dos saloncitos más chicos (uno era un salón de vestir, según el plano original), un baño y tres cuartos intercomunicados. Todos los ambientes tenían salida al patio techado, con una claraboya. Al fondo, estaban la cocina y una despensa. En la parte alta, un estudio, un lavadero, un baño, un dormitorio y una habitación de servicio.

La casa actual mantiene la cocina, la sala de planchado y el baño intactos, desde la época en que Berta cocinaba sus sopas diarias y planchaba las camisas de su "muchachito". Están las alacenas, el mármol de la mesada y los mismos pisos que alguna vez pisaron los zapatos de Gardel.

Los tres cuartos originales que daban al patio fueron tirados para construir la pista de baile en los años de la tanguería. Ese espacio se bautizó ahora "Aeropuertos Argentinos 2000" y servirá para exhibiciones temporarias. En otra sala se mostrará su trayectoria y relación con el tango. Y en la última estará reflejada su infancia, sus amores, pasiones y amistades.

 

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Memorias del patio

"A Gardel le gustaba estar con gente pero a esa casa sólo llevaba a sus amigos más íntimos. Lo hacía por Berta, a ella le gustaba estar sola. Era una mujer muy sencilla, más bien parca", recuerda Razzano. En el patio, los Razzano, Berta y Carlos se juntaban a tomar mate. También estaba el matrimonio de Fortunato Muñiz y Anais Beaux, que vivían en la casa con Gardel.

"Para Gardel, Anais fue como una segunda madre. Por eso cuando compró la casa los llevó a vivir allí, fue una manera de agradecerles todo lo que hicieron por ellos cuando llegaron de Francia", contó Guadalupe Aballe, que es docente e investigadora de la vida de Gardel. Ostenta un mérito: haber identificado la escuela donde Gardel asistió en el año 1899.

Aballe revela que la antigua casa de Gardel no tenía teléfono, lo colocaron recién en 1933. El número era 47CUYO4577 a nombre de Muñiz. Así figuraba en la guía de Unión Telefónica en la página 345 de la edición de 1933. Antiguamente los números de teléfonos iban acompañados de letras. Eso era para los que tenían que comunicarse por medio de operadoras.

Qué curioso: contra la vereda de Jean Jaures, sesenta y tantos años atrás, El Zorzal pasaba el tiempo ensayando. Había allí un piano y una mesa donde Gardel desparramaba todos sus papeles y contratos. Razzano recuerda que Gardel era de dormir hasta bien entrado el mediodía "como todos los artistas". Cada día, Berta le preparaba unos mates para despertarlo. Y luego, su comida favorita: las pastas.

"Le gustaba vestir bien y asistir a reuniones", dice el coleccionista Cespi. De sus amores, la historia de Isabel del Valle fue la más conocida. "A Berta no le gustaba Isabelita porque sólo tenía 15 años y Gardel la doblaba en edad. Finalmente se separaron, ella después se casó y se fue a vivir a Uruguay", explica Cespi.

Su cuarto tenía una cama de bronce, una mesa de luz, retratos de familiares y amigos y un armario lleno de sombreros. A la tardecita el lugar de encuentro era el patio. Blanquito, su perro Fox Terrier, acaparaba toda su atención.

Desde la cocina Berta los miraba jugar mientras la voz de Gardel salía de la vitrola. "Linda canción", decía su madre, y el Morocho sonreía felíz por la aprobación. "Esa vitrola, que tenía la colección casi completa de Gardel, se la regaló Berta a la familia Ferrari. Ahora está en Olavarría, pero no se podrá ver en el nuevo Museo", contó Cespi

Después de la muerte de Gardel, el 24 de junio de 1935, su madre siguió viviendo en esa casa. El cuarto de él permaneció intacto con los regalos de sus admiradoras y todas sus pertenencias. Al morir Berta, todo quedó en manos de Delfino. Un baúl con todas sus pertenencias fue a parar a la Casa del Teatro, el resto se vendió o se repartió entre amigos.

Ahora la casa está vacía, lista para sobrevivir su propia historia. Es una mañana movida, con funcionarios, técnicos y obreros recorriendo el lugar para ponerlo a punto. En ese clima de preinauguración, se recorta la figura del coleccionista Cespi apoyado sobre la pared del hall. De a poco, los personajes vuelven a su memoria y a la casa.

En Jean Jaures 735 suena el timbre. Berta sale de la cocina y abre la puerta. Es el cantante Agustín Irusta que entra y sube hasta el cuarto que Gardel usa como estudio. Se escucha una música. "¿Qué estás escuchando Carlitos?", pregunta Irusta. "A estos giles", responde El Zorzal con una sonrisa. De fondo el sonido trae nada menos que a Enrique Caruso y Titta Ruffo.

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