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de Mayo de 1803. En el edificio de la legación británica en París,
arden las luces a altas horas de la noche. El embajador, Lord Charles
Whitworth, realiza los últimos preparativos para abandonar la capital
francesa. La guerra entre su país y Francia es ya un hecho
prácticamente consumado. Nuevamente las dos grandes potencias se
lanzarán a la lucha, para decidir, en un último y gigantesco choque,
cuál habrá de ejercer la supremacía en el mundo.
Poco antes de la medianoche arriba a la embajada un funcionario del
gobierno francés. Trae un urgente mensaje del Ministro de relaciones
exteriores, Charles Maurice de Talleyrand-Périgord. Este solicita a
Whitworth una entrevista que deberá tener lugar a la tarde siguiente, y
en la que habrán de tratarse asuntos de extrema importancia. El
embajador británico cree descubrir en la solicitud un rayo de
esperanza. Todavía es posible, a último momento, preservar la paz.
A la hora señalada se realiza la reunión. Talleyrand, sin rodeo
alguno, expone su propuesta: Napoleón Bonaparte ofrece a Gran Bretaña
una salida honrosa. El centro de la disputa, la isla de Malta, llave
estratégica del Mediterráneo, será evacuada por las fuerzas
británicas que la ocupan. Pero al retirarse los británicos, Malta
quedará bajo el control de Rusia, país que habrá de garantizar que la
isla no sirva a los intereses bélicos de Francia ni de Inglaterra.
Whitworth escucha atentamente al Ministro, y luego, sin vacilación, da
su respuesta:
-Señor ministro, mí país considera a Malta como una posición clave
para su seguridad. Nuestras tropas deberán, por lo tanto, permanecer en
la isla por un plazo no inferior a diez años...
Talleyrand,
eludiendo una contestación concreta, incita al embajador a transmitir
al gabinete de Londres la propuesta de Napoleón. Maestro en el arte de
la persuasión, Talleyrand consigue su propósito. Whitworth abandona el
despacho del Ministro resuelto a apoyar la negociación. De ello depende
que la guerra sea evitada.
7 de
mayo de 1803. El gabinete británico, presidido por Henry Addington,
Vizconde de Sidmouth estudia el despacho de Whitworth con la
proposición francesa. La discusión es breve. Para los Ministros
británicos no hay posibilidad alguna de transigir. El ofrecimiento
sólo constituye, a su juicio, una nueva treta de Napoleón para ganar
tiempo hasta que su flota, que se halla en las Antillas, alcance la
costa europea. Addington imparte entonces una orden terminante, que
deberá ser transmitida inmediatamente a la embajada en París: la
propuesta queda desechada. Los franceses deben aceptar, como única
salida, que las fuerzas inglesas permanezcan en Malta por un plazo de
diez años. Si se niegan a ello, Whitworth deberá abandonar París en
el término de treinta y seis horas.
La suerte, para los británicos, está echada. En la noche del 11 de
Mayo, Napoleón congrega a su consejo de gobierno en el palacio de
Saint-Cloud. Tiene en sus manos la nota británica, y la da a conocer a
los Ministros. Un silencio dramático sigue a sus palabras. Se procede
entonces a votar para decidir la cuestión. De los siete miembros del
consejo presentes, sólo Talleyrand y José Bonaparte se oponen a
iniciar la lucha. La guerra, finalmente, está en marcha.
El 18 de Mayo el gobierno británico anuncia oficialmente la iniciación
de las hostilidades. En esa misma jornada se produce el primer
encuentro. Una fragata inglesa, tras corto cañoneo, apresa cerca de la
costa de Bretaña a una nave francesa. A partir de ese momento, y
durante más de diez años, la paz no volverá a reinar en Europa.
Dentro del torbellino de acontecimientos generados por ese conflicto
habrá de producirse el movimiento de la emancipación americana.
La guerra que se inicia no tarda en envolver también a España.
SIGUE...
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