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ORIGENES DEL TANGO |
En ese mercado de Constitución (actual plaza del mismo nombre), donde paraban innumerables carretas que venían del interior, pululaban los gauchos carreteros, mercaderes, payadores, que se entremezclaban con los pasajeros de la pequeña estación ferroviaria que allí se alzaba. En ese vasto descampado polvoriento se instalaron pulperías y otros locales, donde se improvisaban payadas y se tocaban milongas acompañadas de guitarras y acordeones. Por la "calle larga" (hoy Avenida Montes de Oca), había un constante tránsito de carretas que se dirigían a Baracas, famosa ya por sus barracas de cueros y cereales. En esta zona y otros arrabales ya mencionados, se cantaba y danzaba la milonga, por morenos y orilleros; de estas milongas y habaneras fue naciendo el tango, entroncado en el mismo ritmo de aquellas. En estos lugares, los compadritos de esa época fueron sentando la coreografía del tango, creada por ellos con taconeos, corridas de costado, cortes y quebradas, medialunas y sentadas, donde las piernas y caderas eran el eje central de la danza. La compañera tenía la misión de casi adivinar el pensamiento de su compañero. Estos bailarines tomaban a su compañera con la mano derecha, por la cintura, plantándosela sobre la rabadilla y, con la otra, tomábanle la derecha a ella, afirmándola sobre su propia cadera izquierda. Se juntaba así cabeza y cuerpo, y ejecutaban distintas figuras, adornadas con cortes en verdaderas filigranas de giros imprevistos y "refaladas". Así era la coreografía del primitivo tango, creada por el sentir de aquellos orilleros, algo nuevo y concordante con su idiosincrasia. Pero esta coreografía, creada por malevos y compadritos orilleros, fue la causa del despretigio del apenas nacido tango en el resto de la población. Estos floreos exagerados de la nueva danza hicieron que durante muchos años quedara confinada en los arrabales y en las casas de mala fama. Decía Ezequiel Martínez Estrada: "Escuchábamos los acordes dulzones de su música que, escapados como un vaho a través de las celosías siempre cerradas de ese mundo prohibido, iban a perderse en el silencio de la noche." o o El comisario Adolfo Batiz, en un interesante libro sobre las costumbres de Buenos Aires refiere un episodio de la noche porteña en 1885: "Enla esquina de Corrientes y Esmeralda me junté con varios cocheros, agrupándonos en la vereda, iluminada por el foco eléctrico del teatro Variedades (hoy Odeón); detuvimos a un organillero napolitano, que en esos momentos pasaba por allí y que tocó el órgano hasta las 12 por unos cuantos céntimos. Al compás del organito organizamos un baile en la vereda. Un tal Nemesio Menéndez, llamado "el Compadrito"; Adolfo Veroy, "el Porteño"; otro llamado "el Oriental", y los hermanos Garabito, hicieron la mar de piruetas y posturas graciosísimas. Sólo faltaba la Parda Loreto y la china Refucilo para decir que era un baile en forma aquella fiesta callejera..." Es muy posible que los cocheros citados bailaran allí un tango amilongado, y que Batiz, a causa de su juventud, ignorase el nombre de la danza, o quizá el tango, como tal, en 1885, todavía no tenía nombre, pero es curioso destacar la difundida costumbre de bailar, entre hombres en las veredas de Buenos Aires en esa época y todavía muchos años más tarde. |
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