PREVIO ... En la madrugada del 3 de
Febrero de 1807, las unidades británicas irrumpen en audaz acometida a
través de una gran brecha abierta en el flanco sur de las murallas y,
después de sostener encarnizados combates, obtienen la victoria. Ruiz Huidobro es hecho prisionero, y con él rinden sus armas cerca de 2.000
soldados. Entre los capturados se cuentan 500 hombres que habían arribado
el día anterior, procedentes de Buenos Aires, como vanguardia de la fuerza
que, al mando de Liniers,
ha sido enviada desde la capital en auxilio de
Montevideo.
Liniers, en ese
momento, se encuentra en las cercanías del puerto de Colonia, inmovilizado
en su avance por la falta de caballada. En la noche del 3 de Febrero,
arriba a su puesto de mando un jinete portando un urgentísimo mensaje de Sobremonte.
Es la noticia de la calda de Montevideo. Liniers
comprende que ya nada le resta por hacer en la Banda Oriental, y resuelve
regresar sin tardanza a Buenos Aires para acelerar allí los preparativos
de la defensa. Adelantándose a sus tropas, el día siguiente atraviesa el
río y, esa misma noche, arriba a la capital con la noticia del desastre. A
partir de ese momento los acontecimientos toman un giro
dramático.
4 de Febrero de 1807. Son las once y media de la
noche. En el edificio del Cabildo llega a su fin una prolongada asamblea,
en la cual los regidores han considerado los graves acontecimientos de la
Banda Oriental. Todas las noticias recibidas son adversas. Liniers
está detenido en las inmediaciones de la Colonia, sin caballos ni
abastecimientos, y Montevideo se encuentra ya totalmente cercada por los
británicos. Los cabildantes, impulsados por Alzaga, resuelven enviar
inmediatamente dos emisarios con dinero y facultades amplias para requisar
caballos y vehículos, destinados a acelerar la marcha de la expedición
auxiliadora.
En el momento en que los cabildantes se disponen
a abandonar el recinto, hace su entrada Liniers
provocando con su inesperada llegada una enorme conmoción. El caudillo,
sin preámbulo alguno, da a conocer la catástrofe sufrida por las fuerzas
españolas en Montevideo. La noticia cae como una verdadera bomba. Liniers,
imponiendo su voz sobre las manifestaciones de cólera y sorpresa, dice
entonces:
- Señores, la situación es gravísima... debemos despachar
inmediatamente barcos a la Colonia para embarcar a nuestras tropas y
traerlas a Buenos Aires antes de que sea demasiado tarde. ¡La ciudad puede
ser atacada en cualquier momento por los
ingleses!
Las
palabras de Liniers
provocan una reacción inmediata. Los cabildantes autorizan al caudillo
para que tome todas las medidas necesarias y asegure el regreso de las
tropas. Obtenida esta aprobación, Liniers se
retira del Cabildo. Alzaga, a su vez, abandona el recinto y, en compañía
del Alcalde de segundo voto Esteban de Villanueva, se dirige al palacio de
la Audiencia. Allí se toma una nueva decisión. El General Beresford y los
oficiales británicos que se encuentran recluidos en Luján deberán ser
trasladados sin tardanza al Interior del Virreinato. La razón de esta
medida: se teme que Beresford haya logrado mantener comunicación
clandestina con las fuerzas inglesas que operan en la Banda Oriental, y
les haya hecho llegar informes sobre la disposición de las defensas de
Montevideo. La deportación, sin embargo, no llega a concretarse. El
criollo Saturnino
Rodríguez Peña, convencido de que Beresford habrá de apoyar sus
planes de independencia, ayuda al general británico y a su subordinado, el
coronel Pack, a fugarse, y con ellos se dirige a
Montevideo.
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