PREVIO ... En Buenos Aires, entretanto, la noticia de la
caída de Montevideo y de la actuación de Sobremonte,
corre como un reguero de pólvora. La insurrección, finalmente, estalla el
6 de Febrero de 1807. Desde todos los barrios de la ciudad una multitud
encolerizada converge sobre la Plaza Mayor, desfilando en incesante
corriente. Asomado a una de las ventanas del edificio de la Audiencia, el
fiscal Caspe y Rodríguez observa el paso de la muchedumbre y escucha
gritar a los más exaltados:
-¡Muera
el -virrey y los traidores! ¡Fuera la Audiencia! ¡Viva la
libertad/ ¡Enarbolemos la bandera
republicanas!
En el
Cabildo, algunos hombres del pueblo se han encaramado a la torre y hacen
sonar la campana. Alzaga y los regidores, ante la violenta conmoción,
deciden convocar inmediatamente a una asamblea extraordinaria a todas las
autoridades y los principales vecinos de la ciudad. Liniers y
los jefes de los cuerpos voluntarios se dirigen, también, al
Cabildo.
Esta vez no hay vacilación alguna. Martín de Alzaga
toma la palabra y, haciéndose eco de los reclamos de la muchedumbre que
llena la plaza, exige la inmediata destitución y arresto del Virrey Sobremonte.
La medida es aprobada por la asamblea, para evitar, como lo señalan las
actas del Cabildo, “Las fatalísimas
consecuencias que de lo contrario deben recelarse y temerse
justamente”. El paso decisivo está dado. Quedan así confirmadas las
palabras de Sobremonte,
quien, en un informe enviado poco antes a la Corte de España, ha señalado
que en el Río de la Plata ya no existe “más voluntad que la del pueblo
armado”. Y es el pueblo quien decide ahora, en un nuevo acto de
soberanía, su derrocamiento.
La Audiencia, en un último
intento por salvar la autoridad del Virrey, recurre a maniobras
dilatorias, al serle presentada para su aprobación la decisión de la
asamblea del 6 de Febrero. Sin embargo, el clima de insurrección que reina
en la ciudad termina por derribar toda oposición. Corren de mano en mano
panfletos anónimos, en los cuales se señala la decisión de recurrir a la
violencia si la voluntad popular no es acatada. “Pedimos que a Sobremonte
se le quite todo mando -dice un volante-, y que no tenga voz ninguna, y
que se le dé a don Santiago Liniers
todo poder y mando para que nos mande y gobierne, y si esto no se ejecuta
de aquí al domingo, pasaremos a degüello a toda la Audiencia por haberse
opuesto - Así lo pide el Pueblo".
El 10 de Febrero tiene
lugar en el Fuerte una junta general a la que asisten las autoridades y
los principales vecinos, y allí, por mayoría de votos, se resuelve
destituir y arrestar al Virrey. El poder pasará a la Audiencia, hasta que
el rey decida la designación de un nuevo gobernante. En la práctica,
empero, el mando supremo queda en manos de Liniers,
el hombre que Buenos Aires ha proclamado como su único
caudillo.
Los hechos acaecidos en la capital llegan pronto a
conocimiento del General británico Auchmuty, pero en forma distorsionada.
Estos informes señalan que no sólo ha sido depuesto Sobremonte,
sino que también se ha abolido la Audiencia, y que en Buenos Aires ya no
flamea más la bandera española. En la práctica, esto equivaldría a una
virtual declaración de Independencia. ...
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