PREVIO ... Además, Whitelocke
sólo cuenta con un guía de confianza, el comerciante norteamericano
William White, antiguo residente de Buenos Aires que ya antes había
colaborado con las fuerzas de Beresford. Pese a esto, el jefe inglés
confía en que los veteranos infantes de sus regimientos conseguirán
realizar rápidamente y sin dificultades la marcha sobre la
capital.
Son las siete y media de la tarde del 29 de Junio. En
la sala de acuerdos del Cabildo están reunidos sus miembros, discutiendo
las medidas que es preciso tomar para completar las defensas de la ciudad.
Desde hace ya cinco días se tienen noticias de la aproximación de la flota
de invasión inglesa, y se teme que el desembarco se produzca en cualquier
momento. Liniers ha
pasado revista a las tropas y, en medio de sus entusiastas aclamaciones,
les ha impartido la consigna final: "vencer o morir". Buenos Aires vive
jornadas dramáticas, dispuesta a luchar sin dar ni pedir cuartel para
rechazar al invasor. La capitulación de junio de 1806 no debe
repetirse.
A la hora señalada, un jinete irrumpe al galope en
la plaza y detiene bruscamente su caballo frente a las galerías del
Cabildo. De un salto, el paisano echa pie en tierra y es inmediatamente
conducido a presencia de Alzaga, a quien entrega un mensaje de don Juan
Pedro Duval, un estanciero del pago de la Ensenada. Alzaga, en medio de la
tensa expectativa de los presentes, da lectura al papel que informa
escuetamente: “han desembarcado por aquel paraje ayer y hoy los
enemigos...”
El mismo día llega a Buenos Aires otra
noticia de decisiva importancia. Burlando la vigilancia de las naves
británicas, fondea frente a la ciudad el velero español “Remedios”,
procedente de Cádiz. El capitán trae pliegos de la Corte, rubricados por
el monarca. Por real orden, Carlos IV dispone que, en caso de ausencia o
muerte del Virrey, asuma el gobierno político y militar el oficial de
mayor graduación. En ese momento Liniers
reúne esa condición, pues su superior, Ruiz Huidobro, ha sido capturado en
Montevideo por los ingleses. De esta forma, en vísperas del ataque
británico, el caudillo queda investido formalmente del mando supremo del
Virreinato. Ante la aproximación de las fuerzas de Whitelocke,
una ola de entusiasmo bélico invade la ciudad. Liniers,
haciéndose eco del ardor combativo que anima a las tropas y la población,
decide salir con todo su ejército al encuentro de los ingleses y
presentarles batalla en campo abierto. Es una resolución temeraria y
podría tener funestas consecuencias. Los improvisados batallones de
voluntarios no están preparados para sostener un choque en esas
condiciones con los veteranos regimientos británicos. En la tarde del 1º
de Julio las columnas se ponen en marcha, aclamadas por los habitantes que
llenan las calles que conducen a Barracas. Allí, en la orilla, derecha del
Riachuelo, al otro lado del Puente de Gálvez (actual puente Pueyrredón),
los cuatro cuerpos del ejército de la defensa se despliegan para el
combate. ... SIGUE
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