PREVIO
... El 28 de Octubre los barcos británicos se
aproximan a la costa, e inician un violento cañoneo contra las
fortificaciones de Montevideo. Mientras los proyectiles caen sobre la
plaza, en las cubiertas de las naves los soldados aguardan con sus armas
listas, esperando la orden de embarcar en los botes para lanzarse al
asalto. La operación, sin embargo, no se realiza. Una pronunciada bajante
en las aguas del río impide a las naves acercarse suficientemente a tierra
para apoyar el ataque. Popham,
ante la dificultad, resuelve poner término al bombardeo y se dirige con
sus barcos río afuera. A la mañana siguiente la flota inglesa echa anclas
frente a la localidad de Maldonado, y 400 soldados son bajados a tierra
como primera fuerza de choque. En Maldonado, un reducido contingente
español intenta oponer resistencia, pero es fácilmente derrotado. La
ciudad queda, así en manos de los británicos, y Popham y
Backhouse deciden aguardar allí la llegada de nuevos refuerzos para llevar
adelante la conquista de Montevideo.
En esta ciudad, la
noticia del desembarco de los ingleses y de la ocupación de Maldonado
provoca tremenda consternación. Se aceleran los preparativos de la
defensa, pues se espera que de un momento a otro aparezcan los británicos
y realicen un doble asalto por agua y tierra. El Gobernador Ruiz Huidobro
lanza una proclama en la que ordena la movilización de hombres, mujeres y
niños para enfrentar el ataque. El documento, cuyo texto es pregonado por
todas las calles y plazas, concluye con una dramática
exhortación:
“Ha llegado el momento de desplegar
la energía de vuestro valor. Decídase el ánimo de los habitantes de
Montevideo a morir con honor antes que rendirse.”
La
resuelta actitud de Ruiz Huidobro no es, sin embargo, respaldada por el
Virrey Sobremonte,
quien se niega a marchar al encuentro de las fuerzas británicas
atrincheradas en Maldonado. El 1º de Noviembre, el Virrey celebra una
junta de guerra con sus principales lugartenientes para trazar un plan
defensivo. Ruiz Huidobro llega tarde a la reunión y, ante la discusión que
tiene lugar, se abstiene de expresar opinión alguna. Sobremonte,
molesto, le requiere finalmente su parecer. El gobernador de Montevideo
responde con dureza:
-Puesto que usted tiene el mando,
Excelencia, resuelva usted lo que le parezca.
Atónito
ante la inesperada afrenta, Sobremonte
sólo atina a manifestar:
-¡Señor gobernador, su
respuesta ofende mi autoridad!
A
esto, Ruiz Huidobro replica encolerizado:
-Dudo que le
reste autoridad alguna, pues usted ha perdido a Buenos Aires, la plaza
cuyo destino el Rey puso en sus manos!
... SIGUE
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