PREVIO
... Al caer la
tarde, arriba al fuerte un emisario de Liniers,
el capitán Hilarión de la Quintana, quien presenta a Beresford una
intimación de rendición, Este último la rechaza en caballeresco mensaje y,
temiendo un sorpresivo ataque nocturno, atrinchera sus fuerzas en torno de
la Plaza Mayor. Hombres y cañones son emplazados en el Fuerte, la Recova
y los edificios y calles que
rodean la plaza. El temido asalto, sin embargo, no se produce.
Esa
misma noche, mientras los ingleses montan nerviosa guardia en el centro de
Buenos Aires, las tropas de Liniers se
desplazan en una marcha de flanco sobre el Retiro. En el transcurso del
avance comienza la incorporación masiva y entusiasta de la población de la
capital a la fuerza
reconquistadora. Centenares de hombres y niños se pliegan a las
filas de Liniers,
reclamando armas para participar en la lucha. Los cañones son arrastrados
a pulso, a través del barro, por cuadrillas de muchachos, hecho que
permite a Liniers
alcanzar su objetivo en la
madrugada del 11 de Agosto.
Toda
la ciudad está ya en rebelión. Desde las azoteas y balcones se hace fuego
de fusilaría sobre las tropas inglesas que intentan abandonar la plaza
para salvar al destacamento del Retiro. Allí los hombres de Liniers
consiguen aplastar rápidamente la resistencia de los británicos. De los 15
soldados que defienden el arsenal, ocho son muertos, cinco heridos y dos
caen prisioneros.
Beresford enfrenta ahora una
situación desesperada. Desde todas las direcciones convergen sobre la
plaza grupos de la fuerza enemiga, avanzando a través de los techos y
azoteas. Uno a uno, los puestos avanzados británicos son aniquilados. Es
necesario tomar una decisión antes de que sea demasiado tarde. Esa misma
mañana, Popham baja
a tierra y sostiene una dramática conferencia con Beresford. Los dos jefes
comprenden que la aventura ha terminado, y que es preciso actuar cuando
aún queda tiempo para salvar a la tropa. Resuelven entonces embarcar esa
misma noche, en el muelle de la ciudad, a todos los heridos y a las
mujeres e hijos de los soldados del 71 que, como era común en la época,
acompañaban a la tropa en las campañas de larga duración. Las tropas,
apenas despunte el día, abandonarán la ciudad y se dirigirán a marcha
forzada al puerto de la Ensenada, donde se embarcarán
inmediatamente.
Sin embargo, el ejército de Liniers y
el pueblo de Buenos Aires impedirán que los británicos concreten su
propósito.
12 de agosto de 1806. Por las calles que conducen a la
Plaza Mayor, avanzan en tropel las fuerzas de la reconquista, envueltas en
el humo de las explosiones y el retumbar de los disparos. Liniers,
instalado con sus lugartenientes en el atrio de la iglesia de la Merced,
ha perdido el control de las operaciones: sus soldados, mezclados con el
pueblo que pelea a mano desnuda, no escuchan ya las voces de los
oficiales, y se lanzan en un solo impulso a aniquilar al enemigo. Un
diluvio de fuego se desata sobre las posiciones británicas en la plaza..
Allí, al pie del arco central de la Recova, está Beresford, con su espada
desenvainada, rodeado de los escoceses del 71. Esta es la última
resistencia. ...
SIGUE
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