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LAS INVASIONES INGLESAS - PRIMERA INVASION - LA PREPARACION 10

...PREVIO
Los que no están al tanto de los planes del Virrey suponen que ese movimiento tiene por fin organizar una última resistencia en el centro de Buenos Aires. No obstante, al llegar a la "calle de las Torres" (actual Rivadavia), en vez de dirigirse hacia el Fuerte,
Sobremonte dobla en sentido contrario y abandona la capital. Su apresurada marcha, a la que no tarda en incorporarse su familia, continuará en sucesivas etapas hasta concluir finalmente en la ciudad de Córdoba.

Mientras tanto, en Buenos Aires reina una espantosa confusión. Desde el Riachuelo afluyen, en grupos desordenados, las unidades de milicianos que, sin disparar prácticamente un solo tiro, han sido obligadas a retirarse, después de la retirada del Virrey.

El Fuerte se convierte entonces en centro de los acontecimientos que culminarán con la capitulación. Allí se encuentran reunidos los jefes militares, los funcionarios de la Audiencia, los miembros del Cabildo y el Obispo Lué.

Totalmente abatidos, después de recibir la noticia de la retirada de
Sobremonte, los funcionarios españoles aguardan la llegada de Beresford para rendir la plaza. Tienen la impresión de que, en la hora más difícil, el jefe del Virreinato y representante del monarca los ha abandonado.
 


Celebración del Dia de la Reconquista en el Rincón de Monserrat
 


Poco después de mediodía arriba al Fuerte, con bandera de parlamento, un oficial británico enviado por Beresford, Este expresa que su jefe exige la entrega inmediata de la ciudad y que cese la resistencia, comprometiéndose a respetar la religión y las propiedades de los habitantes.

Los españoles no vacilan en aceptar la intimación, limitándose a exponer una serie de condiciones mínimas en un documento de capitulación que envían a Beresford sin tardanza. Así, Buenos Aires y sus 40.000 habitantes son entregados a 1.600 Ingleses que sólo han disparado unos pocos tiros.

El audaz golpe planeado por
Popham ha dado pleno resultado. La ciudad está en sus manos, y los británicos sólo han tenido que pagar, como precio por la extraordinaria conquista, la pérdida de un marinero muerto. Las restantes bajas de las fuerzas de Invasión sólo suman trece soldados heridos y uno desaparecido.

Beresford marcha ya resueltamente sobre el Fuerte. En el camino recibe las condiciones escritas de capitulación que le hacen llegar las autoridades españolas. El general sólo detiene su avance unos minutos, para leer los pliegos, y luego manifiesta autoritariamente al portador del documento:

-Vaya y diga a sus superiores que estoy conforme y firmaré la capitulación en cuanto dé término a la ocupación de la ciudad... ¡Ahora no puedo perder más tiempo!

A las 4 de la tarde desembocan en la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) las tropas británicas, mientras cae sobre la ciudad una fuerte lluvia. Los soldados ingleses, a pesar de su agotamiento, desfilan marcialmente, acompañados por la música de su banda y sus gaiteros. El general Beresford trata de dar la máxima impresión de fuerza y ha dispuesto que sus hombres marchen en columnas espaciadas. La improvisada artimaña, empero, no puede ocultar a la vista de la población el reducido número de las tropas invasoras que se presentan ante el Fuerte.

El General británico, acompañado por sus ofíciales, hace entonces entrada en la fortaleza, y recibe la rendición formal de la capital del Virreinato. Al día siguiente, flamea ya sobre el edificio la bandera inglesa. Durante cuarenta y seis jornadas, la enseña permanecerá allí como símbolo de un intento de dominación que, sin embargo, no llegará a concretarse.

Efectivamente. Ninguno de los dos jefes británicos considera que la empresa ha concluido. A pesar del acatamiento formal que les prestan las autoridades, saben que la indignación cunde en el pueblo al verificar que la ciudad ha sido capturada por un simple puñado de soldados.

La resistencia, que no tardará en organizarse, sólo podrá ser enfrentada mediante la llegada de los refuerzos que Beresford y
Popham se apresuran a solicitar al gobierno de Londres.

FUENTE WWW.HISTORIADELPAIS.COM.AR  
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Henry Melville, primer Lord del Almirantazgo.

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