Las
consecuencias económicas de la revolución
Junto a las contribuciones en dinero, están las de recursos, entre ellas
las de esclavos. De nuevo aquí la desigualdad es la regla: las
corporaciones, las iglesias y conventos, ceden rápidamente sus esclavos
para la guerra; los particulares se defienden mejor (todavía en 1816 el
Director Pueyrredón fracasó en un intento de incorporar al ejército a
todos los esclavos: la resistencia que encontró fue demasiado fuerte; aun
San Martín, en Cuyo, debió dejar abierta- como ya se ha visto- la
alternativa del ofrecimiento de personeros). La contribución en esclavos
es a la vez urbana y rural: sin duda predomina todavía en ella la parte
de los propietarios de la ciudad. Casi totalmente rural es en cambio la
contribución en ganados, caballerías y alimentos. Ésta es de nuevo muy
irregular, y - al revés de las anteriores- es sólo en pequeña proporción
responsabilidad directa del gobierno central. Se la practica más
intensamente que en las áreas colocadas bajo la directa obediencia de éste,
en las disidentes (es el caso del Litoral artiguista) y en las que, como
Salta, gozan de derecho de gran autonomía frente a Buenos Aires. Las
razones son muy evidentes: aquí el dinero escasea aun más que en Buenos
Aires, y la movilización es más amplia, con lo que el consumo de ganados
aumenta.
Fuente: Halperín Donghi, Tulio, Argentina de la revolución, de la
independencia a la confederación Rosista, Editorial Paidos, Barcelona,
1985, Pág. 146.
Seleccionado por el equipo Stamble Moguttu del Certamen Revolución
de Mayo - 1999 |
Los
esclavos de la ciudad.
Buenos Aires tuvo un lugar destacado en el tráfico de esclavos, el cual
adquirió una enorme importancia durante el siglo XVIII y especialmente en
los años finales de la centuria, favorecido por el crecimiento económico
y el apoyo de la Corona. La trata negrera fue así uno de los rubros más
rentables del comercio colonial, tanto que algunos comerciantes de la
colonia se lanzaron a realizarlo por su propia cuenta y de un modo activo
con las costas de Brasil y del Africa; modificaron de este modo la antigua
práctica de limitarse a la importación de esclavos para su posterior
redistribución por el espacio rioplatense y peruano. No todos los
esclavos fueron destinados a este circuito interregional de comercio, y
una porción significativa y creciente de ellos quedó en la jurisdicción
hasta el punto de que, a fines de siglo, cerca de un tercio de la población
de la ciudad era de origen afroamericano. Los africanos (como genéricamente
se los llamaba, borrando de ese modo la diversidad de las culturas de
origen), provenían de distintas regiones del Africa y pertenecían a
etnias diferentes; a ellos se agregaban los que procedían de Brasil y los
nacidos en estas tierras. Esta población -constituida por esclavos,
libertos y mulatos- definía en buena medida el perfil de una sociedad
urbana que era extremadamente dependiente de la utilización de esta
fuerza de trabajo para un sinnúmero de actividades. Eran los integrantes
principales de la mano de obra empleada en los oficios artesanales, en
todo tipo de trabajos y en el servicio doméstico. En cierta medida, la
posición social de una familia destacada en la capital podía medirse en
base a la cantidad de esclavos de que disponía en su casa. Este sector de
la población recreó en estas tierras pautas culturales y formas de ayuda
mutua que, como las Hermandades, permitieron adaptar patrones vigentes en
la vida colonial e insuflarle sus propios componentes. Fuente:
Garavaglia, J. C., Fradkin, R., Hombres y Mujeres de la Colonia, Editorial
Sudamericana, Bs. As., 1993, pág. 144/145.
Seleccionado por el equipo Ventura del Certamen Revolución de Mayo
- 1999 |