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Fiesta del
candombe en Monserrat
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Vida
cotidiana
En Buenos
Aires, como en el interior del virreinato, el trabajo doméstico estuvo a
cargo de esclavos. En la ciudad viven con sus amos en la misma casa,
ocupando el tercer patio, lejos de las habitaciones principales. Allí
crecen los muleques * en compañía de los hijos de sus amos. Las negras
acompañan a las amas a misa, cocinan, lavan la ropa, realizan costuras y
otros trabajos similares. En algunos casos, cuando la familia no dispone
de suficientes entradas, salen a vender pasteles y confituras para
solventar los gastos de sus dueños. Acompañan a los niños en sus
juegos, y los cuidan hasta los cinco o seis años. Dadas las escasas
condiciones de higiene, la falta de cuidados en el parto y abandono en que
los sumen sus amos, la mortalidad infantil era elevada. A partir del siglo
XVII, quienes disponen de cierto capital invierten con frecuencia dinero
en la adquisición de mano de obra esclava para alquilarla recibiendo de
esta manera una renta, que es mayor si el negro tiene algún oficio; de
allí el interés por enseñárselo. Los beneficios derivados de este
alquiler debieron ser sustanciales, porque a fines del siglo XVIII los
contratos de trabajo aumentan en forma importante. Comerciantes,
funcionarios y hacendados constituyen los principales propietarios de
esclavos entre la población civil y quienes se dedican con mayor
frecuencia a alquilar sus sirvientes. Por lo expuesto, resulta difícil
estipular, tomando por ejemplo las cifras del padrón de 1778, qué
porcentaje de esclavos se dedica a tareas domésticas o a trabajos fuera
de la casa de sus amos. El sistema debió extenderse en exceso pues
durante el transcurso de las dos últimas décadas del siglo XVIII,
informes oficiales, reales cédulas y comentarios periodísticos
determinan! la presencia de un movimiento de opinión que desea el
alejamiento de los esclavos y personas de color en general, de las
actividades artesanales, tareas a las que están dedicados muchos negros.
Sostienen que los españoles (criollos o peninsulares) no realizan
trabajos manuales debido a la infamia que constituye para el os el
contacto con las castas consideradas inferiores. "El deseo de
mantener en pie y sin trabajar - escriben en 1806- un pequeño capital, ha
sugerido la idea de emplearlo con preferencia en comprar esclavos y
destinarlos a los oficios, para que con su trabajo recuperen algo más que
el interés del fondo invertido en esta especulación; por semejante medio
se han colmado de estas gentes mercenarias todas las tiendas públicas, y
han retraído por consiguiente los justos deseos de los ciudadanos pobres
de aplicar a sus hijos a este género de industria". Ya hemos señalado
que a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, aumenta el número de
pobladores marginados que sin ser negros, indígenas o mulatos no poseen
medios de subsistencia, ni están en condiciones de obtener cargos públicos.
Estos "blancos de orillas" constituyen un problema para las
autoridades y más aun dentro de un ámbito donde existe un fuerte
prejuicio frente a los trabajos manuales. Prejuicio que debemos sumar al
racial. "Los blancos prefieren la miseria y la holgazanería antes de
ir al trabajo al lado de negros y mulatos" escribe Manuel Belgrano en
una de sus memorias al Real Consulado. * Negro entre siete y diez años. *
Disponemos de escasos informes posteriores a 1810, y suponemos que el
porcentaje sería similar a los que se desprenden de las series estadísticas
posteriores. Entre 1813 y 1815, de 2003 nacimientos de niños cuyas madres
son esclavas, sobrevivirán al parto solo 1253 (37 % de muertes). Y dentro
del límite de las probabilidades, teniendo en cuenta la mencionada cifra,
podemos sostener que las muertes al año de vida alcanzarían a un 50 %.
Fuente: Rodriguez Molas, Ricardo, El negro en el Río de La Plata,
Historia Integral Argentina, Tomo I, Centro Editor de América Latina,
Buenos Aires, 1975, pág. 49-50.
Seleccionado por el equipo Sabás Nicomedes del Certamen Revolución
de Mayo - 1999 |
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