Los
esclavos de Buenos Aires vistos por un inglés
"Entre
los más amables rasgos del carácter criollo no hay ninguno más
conspicuo y ninguno que más altamente diga de su no fingida benevolencia,
que su conducta con los esclavos. Con frecuencia testigo del duro
tratamiento de aquellos prójimos en las indias Occidentales, de la
indiferencia total a su instrucción religiosa allí prevalente, me
sorprendió instantáneamente el contraste entre nuestros plantadores y
los de América del Sur. Estos infelices desterrados de su país, así que
son comprados en Buenos Aires, el primer cuidado del amo es instruir a su
esclavo en el lenguaje nativo del lugar, y lo mismo en los principios
generales y el credo de su fe. Este ramo se recomienda a un sacerdote, que
informa cuando su discípulo ha adquirido conocimiento suficiente del
catecismo y de los deberes sacramentales para tomar sobre sí los votos
del bautismo. Aunque este proceso en lo mejor debe ser superficial, sin
embargo tiene tendencia a inspirar un sentimiento dependencia del Ser
Supremo, obligan a una conducta seria, tranquiliza el temperamento y
reconcilia a los que sufren con su suerte. Hasta que se neutralizan de
este modo, los negros africanos y sus hermanos nacidos en América son
estigmatizados por el vulgo como infieles y bárbaros. Los amos, en cuanto
pude observar, eran igualmente atentos a su moral doméstica. Todas las mañanas,
antes que el ama fuese a misa, congregaba a las negras sobre el suelo, jóvenes
y viejas dándoles trabajo de aguja o tejido, de acuerdo con sus
capacidades. Todos parecían joviales y no dudo que la represión también
penetraba en su circulo. Antes y después de la comida, así como en la
cena, uno de estos últimos se presentaba para pedir la bendición y dar
las gracias, lo que se les enseñaba a considerar como deberes prominentes
y siempre los cumplían con solemnidad."
Fuente: Gibelli, N., Perez, Amuchástegui, A. J, Crónica
Argentina, Editorial Codex, Bs. As., 1972, Tomo 1, Pág 20.
Seleccionado por el equipo Prudencio Bampala del Certamen Revolución
de Mayo - 1999 |
Los
negros
Los negros podían
ser esclavos o libertos, bozales o criollos. Los esclavos se marcaban con
hierro candente en la frente o en las espaldas (el instrumento tenía el
nombre africano de carimba), práctica que se abolió por real orden del 4
de noviembre de 1784. Los esclavos podían adquirir la libertad por merced
de sus amos (carta de libertad) o porque la comprasen ellos mismos
(rescate) por una cantidad equivalente a su precio. Tanto los libres como
los esclavos estaban sujetos a una serie de medidas restrictivas: no podían
andar de noche por ciudades, villas o lugares, llevar armas y tener indios
o indias de servicio; sus mujeres no podían llevar oro, seda, mantos y
perlas (las negras y mulatas horras casadas con españoles podían llevar
unos zarcillos de oro con perlas y una gargantilla, y en la saya un ribete
de terciopelo). Aunque no podían llevar armas (tampoco los mulatos y
zambos), la necesidad hizo que se les incorporara a la milicia. El
gobierno recurría a los negros y mulatos en momentos de peligro y
finalmente llegó a formar compañías, batallones y regimientos de negros
y mulatos, a los que se llamaba eufemísticamente morenos y pardos, con
oficialidad blanca. Y eso les daba algunas franquicias y preeminencias. Ya
hemos visto que ese les asignaba una posición inferior en los gremios, y
que los maestros zapateros pardos y morenos de Buenos Aires solicitaron,
en 1794, permiso para establecer gremio propio, "pues en el formado
por los españoles e indios con cofradía y estatutos, y aprobado por el
virrey, se excluye de los empleos del gremio, voz activa y pasiva, a los
de color pardo". El rey les concedió lo que solicitaban. Los españoles
podían casarse con negras, mulatas, etc., pero la real pragmática de los
matrimonios, del 7 de abril de 1778, puso tramos visto que se prohibía a
los indios "todo trato y comunicación con mulatos, negros y demás
castas semejantes". La real Cédula del 31 de mayo de 1789, dada en
Aranjuez por Carlos IV, constituye un verdadero código sobre el trato que
debía darse a los negros: los amos debían instruir a los esclavos en la
religión católica y en las verdades necesarias para que fueran bautizado
en el término del primer año de residencia en las colonias (se les debían
explicar las doctrinas los días de precepto, hacerles oír misa y costear
un sacerdote que les instruyera y les administrara los sacramentos; los días
de trabajo, después de cumplida la labor, debían además alimentarlos y
vestirlos adecuadamente, y también a sus hijos (las niñas menores de 12
años y los varones menores de 14), aunque éstos fueran libres. Debían
concederles descanso los días de fiesta de precepto. Se les debía
reservar principalmente el trabajo del campo y no las labores sedentarias,
y el trabajo debía ser proporcionado a la fuerza y edad de cada uno. El
trabajo era obligatorio de los 17 a los 60 años, y la jornada de sol a
sol. Las mujeres debían tener labores adecuadas, separadas de los
hombres, y no podían ser jornaleras. Se reglamentaban sus diversiones y
se prohibía que se reunieran los de haciendas diferentes. Debía
proporcionárceles habitación y cama, asistencia en caso de enfermedad,
los gastos de difusión y mantenimiento en caso de invalidez. Tenían el
derecho de libre elección matrimonial (el dueño del marido debía
comprar a la mujer, o el dueño de la mujer al marido). Las sanciones
contra amos o mayordomos de haciendas eran muy severas. Los amos y
mayordomos podían imponer penas corporales a los esclavos podían imponer
sin contusión grave ni efusión de sangre; las penas mayores (muerte o
mutilación) sólo podía decidirlas la audiencia. Se debía llevar u padrón
de los esclavos; no podían ausentarse sin permiso y había que dar cuenta
de su defunción. Una serie de tribunales y funcionarios estaban
encargados de la salvaguarda de estas disposiciones, que tendían a
humanizar el trabajo de los esclavos. Los negros era hábiles zapateros,
sastres, barberos, changadores o mozos de cuerda, carpinteros, y hasta
pulperos y tenderos. Estaban incorporados desde el primer momento al
servicio doméstico en las ciudades y en la campaña, tenían en las
chacras y estancias el cuidado de mulas y caballos y trabajaban como
peones en el cultivo de la tierra. En 1642 el cabildo de Buenos Aires
prohibió que las pulperías de la ciudad fuesen atendidas por negros. El
cabildo los utilizaba como pregoneros y en trabajos públicos. Por su
parte, las mujeres eran criadas, lavanderas, nodrizas, amas de leche y
fabricaban jabón. En el siglo XVII, las negras esclavas que vendían pan
en la Plaza Mayor se llamaba gateras (es término que designa, en toda el
área incaica, a la mujer que vende e el mercado, del quechua katu,
mercado). El gran campo de actividad de los esclavos fuero los oficios.
Hacia 1730 el P. Cattáneo, de la compañía de Jesús, decía que eran
excelentes maestros albañiles. Fueron, además, cantores, músicos y
hasta actores, acróbatas y toreros. A fines del siglo XVIII el Cabildo de
Buenos Aires era enemigo de excluir a los negros de los gremios, porque
-dice- "hay muchas viudas y familias que se sustentan con el jornal
de sus esclavos". Los libertos debían pagar tributo y vivir con amo
conocido. Jurídica y socialmente, la posición del negro era inferior a
la del indio. Económicamente fue sin duda superior. Era más asimilable,
más acomodaticio, menos rebelde. Tenía sus propias cofradías, que le
auxiliaban en caso de necesidad y le organizaban fiestas y diversiones.
Los negros no constituyeron una masa pasiva de la historia americana. Hoy
se empieza a estudiar su rica aportación a la vida americana, a la que
comunicaron sus costumbres, su alegría, su vitalidad. Su música y su
sentido del ritmo.
Fuente: Rosenblat, Ángel; Historia Argentina tomo IV; "Las
castas en la vida de las gobernaciones del virreinato"; Plaza &
Janés S.A. Editores Argentina Bs.As. ; Barcelona, Bogotá; 1981, 2 edición,
páginas 1832,1833 y 1834.
Seleccionado por el equipo Prudencio Bampala del Certamen Revolución
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